PLATÓN Y LA "ANÁMNESIS"

LA ANÁMNESIS

Platón trató de alcanzar un saber verdadero, en contraposición a la doxa, la opinión de algo que no es posible conocer, o sólo mediante las apariencias.
Los sofistas, y entre ellos, Menón, plantearon la cuestión, en tiempos de Sócrates, de que para conocer realmente algo era imprescindible saberlo ya de alguna forma, previamente. Sin embargo, el proceso del aprendizaje es imposible sin conocimiento anterior: porque, por ejemplo, si deseamos conocer (y, por lo tanto, poder enseñar) la bondad, antes debemos saber qué es la bondad. Así, Menón critica a Sócrates por querer buscar algo que ignora totalmente: "¿Cuál de las cosas que ignoras vas a proponerte como objeto de tu búsqueda? Porque si dieras efectiva y ciertamente con ella, ¿cómo advertirías, en efecto, que es ésa que buscas, desde el momento que no la conocías?".



De este modo, el escepticismo sofista establece la imposibilidad del saber verdadero sin conocimiento previo: porque no es posible investigar lo que ya se sabe (¿para qué queremos investigarlo, si ya lo sabemos?), ni lo que no se sabe (si no sabemos qué hay que investigar, jamás podrá saberse cómo investigarlo y cómo saber que lo hemos encontrado).



Debido a esta dificultad, Platón propuso la teoría de la anámnesis, según la cual conocer es recordar. Es por tanto aquí donde Platón establece una conexión entre el mundo sensible, que contiene lo imperfecto, y el de las ideas, el perfecto; por tanto, el saber es un tránsito entre lo primero hacia la consecución de ese saber perfecto, ya que éste procede de la idea entendida racionalmente.
Por tanto, esto supone que no puede haber conocimiento en el mundo sensible, si no se relaciona con las ideas, inmutables y eternas: por tanto son los sentidos los que provocan la anámnesis(el recuerdo) de las ideas, que forman la realidad verdadera.



Por tanto, nosotros no producimos realmente los contenidos del saber a cada paso que damos, sino que este contenido, por el contrario, se nos da mediante la anámnesis, siendo esto, por tanto, sólo un estímulo que enciende nuestra alma y la incita a hallar el recuerdo de la idea. 



Y esto, lo ilustra Platón en su famoso diálogo en el que un esclavo de Menón, que tiene conocimientos de griego pero no de matemáticas, va descubriendo, él sólo y únicamente a partir de las preguntas de Sócrates, el teorema de Pitágoras. Lo pretendido por Platón es demostrar que este conocimiento no proviene de la realidad sensible, sino que es algo que surge de él mismo; el maestro no enseña saberes, sino el camino que debe recorrer el sujeto hasta recordar el saber que ya posee en su interior.



Entonces, si las ideas no las proporcionan los sentidos pero éstos incitan a la conciencia a encontrarla, parece lógico suponer que debe haberlas recibido con anterioridad. Platón afirma, en efecto, que "si no ha adquirido -en la vida presente- las nociones geométricas, es del todo necesario que las haya tenido en otro tiempo y que él estuviera provisto de ellas con antelación".


La solución de Platón se enlaza con el mito órfico-pitagórico del alma, asegurando que el alma ha contemplado el reino inmaterial previamente a habitar el cuerpo, de tal suerte que lo percibido en el mundo sensible, el imperfecto, nos evoca el recuerdo de dichas ideas. Pero para lograr esa reminiscencia es fundamental el empleo del lenguaje.


Por tanto, lo que pretende explicar Platón con esta noción es que lo que conocemos no viene del exterior, del mundo sensible, ni directamente por medio de los sentidos, sino que empleamos éstos como auxiliares para que nos descubran el verdadero saber, que se desarrolla partiendo de nuestro propio interior.

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